Quién hubiera creído esa ocasión
de nacer puesta al alcance de mi suerte
y mis ojos, y que tú y yo iríamos,
despojados de todo bien, de todo mal,
a inclinarnos sobre la misma fuente
para vernos y vernos mutuamente espiados
en el fondo, temblando desde el agua,
descubriendo, pretendiendo alcanzar
quién eras tu detrás de esa cortina,
quién era yo detrás de mi.
M. Benedetti
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